La ninfa Egeria dictando a Numa Pompilio las leyes de Roma de Ulpiano Checa (s.XIX)
Museo Nacional del Prado
Tras la muerte de Rómulo, el Senado elige como rey a Numa Pompilio, un hombre de origen sabino reconocido por su piedad y sentido de la justicia.
La leyenda dice que la ninfa Egeria le servía de consejera. Egeria era una Camena. Las Camenas son un tipo de náyades que habitan en los manantiales, pozos y fuentes cerca de Porta Capena en Roma. Eran criaturas sabias y conocían el futuro. Egeria pertenecía al séquito de Venus.
Vista de la Gruta de Egeria fuera de la Porta Capena, de la serie 'Vistas de Roma', c.1760 de Piranesi
Numa iba por la noche al bosque sagrado para que Egeria le aconsejara. Fue ella quien le inspiró la organización de las ceremonias religiosas y le dictó las leyes de Roma.
El reinado de Numa se caracterizó por ser un periodo de paz para los romanos. Las puertas del templo de Jano, que se abrían en tiempos de guerra, permanecieron siempre cerradas
Numa se encargó de organizar la religión romana, tanto en el terreno público como en el privado. Creó las principales instituciones religiosas, como las Vestales, y, en cuanto a la esfera privada instituyó que cada familia tuviera su propio culto, que era dirigido por el pater familias.
También reformó el calendario, dividiéndolo en 12 meses lunares y organizó el gremio de los artesanos.
La leyenda dice que era capaz de desencadenar el fuego de Júpiter, es decir, que sabía producir descargas eléctricas, que causaban pavor entre sus enemigos.
Cuando Numa murió, Egeria lo convirtió en un pozo consagrado a Diana, en el Lacio, ubicado en el bosque de Ariccia, cuyas aguas gemían –al igual que ella- al fallecer su esposo. Por sus lágrimas constantes, ella misma se convirtió en fuente.
En Roma se rendía culto a Numa en la Porta Capena.
A su muerte le sucedió Tulo Hostilio.
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