HOMERO

La apoteosis de Homero de Ingres

La Ilíada es el primer poema de la literatura griega, es decir, de la literatura de nuestro mundo occidental. Con la epopeya de la conquista de Troya comienza, en el siglo VII a.C., la tradición literaria de la que Homero es el gran patriarca. En algo menos de dieciséis mil hexámetros, que luego los filólogos de Alejandría dividieron en 24 cantos, la Ilíada cuenta algunos episodios del largo asedio de la ciudad de Príamo, Ilión. El amplio poema está centrado sobre un tema singular: la cólera de Aquiles, el mejor de los griegos. Pero no es solo una relación de las hazañas del hijo de Peleo, sino una narración heróica, llena de ruidos y furia, de la lucha en torno a la ciudad durante unos días decisivos para la guerra y los combates de los famosos héroes, y la pasión funesta del gran protagonista, Aquiles, determina la composición de la epopeya.  

Si Homero es para nosotros un comienzo, es, a la vez, el final de una larga tradición poética que culmina en su extenso y magnífico poema, la tradición de la poesía épica oral. Homero es contemporáneo a la introducción de la escritura alfabética en Grecia. Tras los llamados siglos oscuros, el siglo VII a.C. significa la aparición de un extraordinario auge cultural: se introduce el alfabeto de origen fenicio, se construyen los primeros templos, se redacta la Ilíada, etc.  

Algunos lustros después, tal vez, a finales del siglo, se compone la Odisea, la segunda epopeya griega, atribuida al mismo Homero. Ya fuera suya o de otro poeta de su escuela, la Odisea refleja un mundo de intereses épicos distintos al de la Ilíada.  

Como su título indica, la Odisea es “el poema de Odiseo” y la figura y hechos de su protagonista dan unidad a todo el poema. Incluos en aquellos cantos en que Odiseo (Ulises) no aparece directamente, es su ausencia que todos recuerdan lo que impulsa la narración.  Con sus variados escenarios que son tres: el de la guerra de Troya, evocada por los relatos nostálgicos de Néstor y Menelao, el de las fabulosas aventuras marinas, relatadas por el propio protagonista, y el de la isla de Ítaca, donde Penélope aguarda el regreso de su marido, asediada por los pretendientes, la Odisea se abre a otros horizontes más fantasiosos, más costumbristas, más novelescos.  Ambos poemas comienzan con sendas invocaciones a la Musa, a la que el poeta le pide que cante o cuente los episodios memorables de la saga. Las Musas, hijas de la Memoria (Mnemosyne) garantizan la veracidad del relato, inspiran al poeta los hechos de un pasado lejano, son los archivos divinos de la fama.  

La Ilíada es, sin duda, de modo paradigmático, un gran poema épico, resonante de furor guerrero, que comienza con el agravio de Agamenón a Aquiles y concluye con los funerales de Patroclo y de Héctor. La patética escena en que el viejo rey Príamo suplica al feroz Aquiles que le devuelva el cadáver de su hijo, y el implacable Pelida solloza frente a él, recordando a su padre y accede a sus ruegos, es de una espléndida humanidad. Tanto en la construcción del relato, centrado no en torno al desarrollo de la guerra, sino al furor de Aquiles, se manifiesta, pensamos, lo más propio del genio trágico del autor del poema, y ese final en el que la compasión supera la sed de venganza expresa muy bien la profunda visión humanista de Homero.  

La Odisea es, en cambio, un estupendo relato de aventuras, por mar y por tierra, en torno a ese personaje sin duda muy humano y más moderno que es Odiseo, “fecundo en ardides el muy sufrido, el de los muchos trucos”. También aquí nos muestra el autor una notable habilidad en la composición de una narración muy compleja, donde podemos advertir claramente tres secciones: la Telemaquia (cantos I-IV), las aventuras marinas contadas en gran parte por el propio Odiseo (cantos V-XII), y el retorno y venganza en Ítaca (cantos XIII-XXIV). Aunque Odiseo viene de la guerra de Troya –y está como héroe destacado en la Ilíada- ahora se mueve en otro ámbito distinto del guerrero. Y lo hace con una inolvidable soltura personal.  

Ambos poemas homéricos marcan el comienzo de la tradición literaria griega y extienden sobre ella su larga sombra. En su lenguaje formulario, con sus epítetos tradicionales, en el repertorio de motivos míticos, en su poética reconstrucción del mundo heroico, Homero es deudor de la tradición oral anterior, pero su amplio genio dramático, su indudable grandeza en la presentación de los personajes, su fina psicología, su sentido del detalle expresivo, su uso de los símiles, muestran su personalidad como autor. 

Antología de la literatura griega (Alianza Editorial) 

CONTESTA

  • ¿En qué contexto histórico se pusieron por escrito la Ilíada y la Odisea? ¿Qué relación guardan con la tradición oral? 
  • Investiga qué es la cuestión homérica.  
  • Indica el tema de la Ilíada y la Odisea 
  • Explica las diferencias que existen entre ambas obras.  
  • ¿En qué tres grandes bloques temáticos se articula la Odisea? 


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